miércoles, 19 de febrero de 2014

La corrección

Escuchaba el otro día que, pese a sus casi 15 años, dicen que Pretty Woman es la película con más audiencia en televisión no importa cuántas veces se emita y, sin embargo, muchos aún no han sacado sus gran enseñanza. Y no por el uso de los cubiertos en la mesa (¡empecemos desde fuera!), sino a la regla fundamental de la atención al cliente: la corrección en todo momento y ante quien nos dirijamos, sin dejarnos guiar por las apariencias y más ahora en una sociedad tan conectada.
Tienes que comprar un traje elegante, de esos por los que pagarías algo más de lo habitual, y buscando encuentras un escaparate, pero dentro ves a unos empleados que te recuerdan a la película, y das un paso atrás porque con un presupuesto fijado no quieres repetir el papel de Vivian en aquella famosa escena.
¿Qué nos diferencia ahora de entonces? Pues que ya no es necesario entrar en la tienda para evidenciar el error; con los medios de comunicación actuales acudes a las redes sociales, donde descubres críticas y comentarios que acaban por darte la razón (o quizás no). Cualquier desliz en el trato con los clientes, se vuelve en estos momentos más peligroso porque puede destrozar la imagen personal o de empresa.
Lo aplicamos a la atención al cliente pero se observa en cualquier ámbito de nuestra vida, pues nuestra presencia y coherencia entre nuestra vida personal y laboral, cuando tan enlazadas están en este ámbito.

Es importante vigilar que en cualquier momento somos observados, ojos y oídos que pueden captar cualquier situación, hay que estar alerta porque ahora, más que nunca, podemos ser nosotros nuestros peores enemigos. 


1 comentario:

  1. Siempre me llamó la atención esa escena en la que Vivian entra en una boutique elegante y la dependienta la trata con desprecio sin conocer el grosor de su billetera. ¡Cuánta gente habré conocido con un poder adquisitivo mucho mayor del que aparenta! De hecho, ésa siempre ha sido una de mis fantasías: vestirme como un pordiosero y entrar en lugares de lujo que realmente sí me podría permitir. Y yo me pregunto ¿realmente existen dependientes tan esnobs como el que se retrata en Pretty Woman? Quizás no lo sé porque nunca he ido a boutiques elegantes. Espero no tener que comprobarlo nunca.

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