miércoles, 19 de febrero de 2014

La corrección

Escuchaba el otro día que, pese a sus casi 15 años, dicen que Pretty Woman es la película con más audiencia en televisión no importa cuántas veces se emita y, sin embargo, muchos aún no han sacado sus gran enseñanza. Y no por el uso de los cubiertos en la mesa (¡empecemos desde fuera!), sino a la regla fundamental de la atención al cliente: la corrección en todo momento y ante quien nos dirijamos, sin dejarnos guiar por las apariencias y más ahora en una sociedad tan conectada.
Tienes que comprar un traje elegante, de esos por los que pagarías algo más de lo habitual, y buscando encuentras un escaparate, pero dentro ves a unos empleados que te recuerdan a la película, y das un paso atrás porque con un presupuesto fijado no quieres repetir el papel de Vivian en aquella famosa escena.
¿Qué nos diferencia ahora de entonces? Pues que ya no es necesario entrar en la tienda para evidenciar el error; con los medios de comunicación actuales acudes a las redes sociales, donde descubres críticas y comentarios que acaban por darte la razón (o quizás no). Cualquier desliz en el trato con los clientes, se vuelve en estos momentos más peligroso porque puede destrozar la imagen personal o de empresa.
Lo aplicamos a la atención al cliente pero se observa en cualquier ámbito de nuestra vida, pues nuestra presencia y coherencia entre nuestra vida personal y laboral, cuando tan enlazadas están en este ámbito.

Es importante vigilar que en cualquier momento somos observados, ojos y oídos que pueden captar cualquier situación, hay que estar alerta porque ahora, más que nunca, podemos ser nosotros nuestros peores enemigos. 


viernes, 10 de enero de 2014

Excesivamente preparados, insuficientemente valorados


Es quizás una visión negativa para comenzar el año, pero podría también ser el resumen de esta época de crisis en la que las empresas no buscan profesionales sino autómatas que les permitan ganar más por menos.
Y esto se atribuye a múltiples ámbitos y lo vemos a diario en los medios con ofertas de empleos para jóvenes (por ser jóvenes), para mujeres (por ser mujeres) o para discapacitados (pero sólo con certificado de más del 33%). Casi no importa la formación, la experiencia o las propias capacidades, todo queda en un plano secundario ya que el primer filtro está en aquello que permite a la empresa obtener beneficios de la contratación. Y no busco aquí crear un debate sobre la función y valor de las políticas de integración laboral (tan necesarias) sino sobre la situación actual en la que estos filtros superan a los años de estudio, la trayectoria laboral y la profesionalidad. 

En el mundo de la comunicación encontramos muchos casos similares y esto puede hacer que la preparación y ejecución de nuestra organización acaben achacando y lamentando la mala previsión por una equivocada selección de personal. 
La formación es esencial en un mundo hipercomunicado y un campo tan cambiante como éste pero la experiencia no debe olvidarse. Cada vez hay más profesionales haciéndose un hueco y que están listos para ponerse a trabajar por un objetivo específico: el éxito de los actos.

 Si contratamos para nuestro evento a un orador ajeno a nuestra empresa o al acto, sólo por su nombre o imagen, nos arriesgamos a que un fallo técnico nos arruine el evento, pues la persona encargada no sepa reaccionar al no ser un especialista en el tema (véase la retirada Michael Bay, del director de la saga cinematográfica Transformes, en una presentación hace unos días). ¿Primamos al profesional o a quien nos atraiga medios y público?.
Si contratamos para nuestro evento a asistentes sólo por su físico o por relación sin contar con una formación o un respaldo podemos encontrarnos con un servicio poco profesional y actitudes poco deseables (como bien nos aclaran nuestros compañeros de Galicia Protocolo en su Blog). ¿Buscamos una imagen bonita o hacer un favor o queremos un profesional en un puesto de responsabilidad?

Cada evento, acto o comunicación tiene su público y objetivo y es nuestra labor saber qué debemos cuidar y primar en cada momento para alcanzar el éxito. 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Actos para que la historia no se repita

El pasado fin de semana, Alemania recordó al mundo, con grandes manifestaciones, el que se considera comienzo del Holocausto: la Noche de los Cristales Rotos (entre el 9 y 10 de noviembre se destruyeron sinagogas, tiendas y negocios de judíos bajo la complicidad de las fuerzas de seguridad). Fue hace 75 años y marcaba el inicio de otro periodo negro de la historia de la humanidad que Alemania ha decidido no olvidar.
El lunes, por su parte, Francia celebraba 95 años desde el Armisticio de la Primera Guerra Mundial que suponía el comienzo de la paz tras años de guerra y desolación en el centro de Europa. Desde ese primer acto en 1918, Francia no dejó de festejar el 11 de noviembre bajo el recuerdo de la paz y la unidad nacional incluso durante la ocupación de la  Segunda Guerra Mundial.
Festejamos las victorias y veneramos a los muertos, con actos y monumentos que nos hacen empequeñecer pues nos recuerdan que la humanidad ha superado límites que nunca pensó alcanzar; que como grupo, nación, familia o persona ha habido momentos en los que el egoísmo, la avaricia y la codicia han podido más que la cordura. 
El poder de los actos para evitar que la historia se repita es tan grande como peligroso, hay que luchar con el juego entre emociones, representaciones institucionales y personas directamente afectadas, para no hacer de la fecha señalada un motivo para lo contrario que nos proponemos y para lograrlo disponemos del protocolo, la diplomacia, la formación y la complicidad de la sociedad (no olvidemos nunca por quién recordamos).

Memorial Guerra de Corea en Washington