Escuchaba el otro día que, pese a sus casi 15 años, dicen que Pretty Woman es la película con más
audiencia en televisión no importa cuántas veces se emita y, sin embargo,
muchos aún no han sacado sus gran enseñanza. Y no por el uso de los cubiertos
en la mesa (¡empecemos desde fuera!), sino a la regla fundamental de la atención
al cliente: la corrección en todo momento y ante quien nos dirijamos, sin
dejarnos guiar por las apariencias y más ahora en una sociedad tan conectada.
Tienes que comprar un traje elegante, de esos por los que pagarías algo más
de lo habitual, y buscando encuentras un escaparate, pero dentro ves a unos
empleados que te recuerdan a la película, y das un paso atrás porque con un
presupuesto fijado no quieres repetir el papel de Vivian en aquella famosa
escena.
¿Qué nos diferencia ahora de entonces? Pues que ya no es necesario entrar
en la tienda para evidenciar el error; con los medios de comunicación actuales
acudes a las redes sociales, donde descubres críticas y comentarios que acaban
por darte la razón (o quizás no). Cualquier desliz en el trato con los clientes,
se vuelve en estos momentos más peligroso porque puede destrozar la imagen
personal o de empresa.
Lo aplicamos a la atención al cliente pero se observa en cualquier ámbito
de nuestra vida, pues nuestra presencia y coherencia entre nuestra vida personal
y laboral, cuando tan enlazadas están en este ámbito.
Es importante vigilar que en cualquier momento somos observados, ojos y
oídos que pueden captar cualquier situación, hay que estar alerta porque ahora,
más que nunca, podemos ser nosotros nuestros peores enemigos.